Capítulo 10
El sonido de aquella cachetada se desvaneció; Emilio fijó en Clara una mirada profunda.
Ella alzó la cabeza y lo miró sin mostrar miedo.
—Si te atreves a dañar a mis cervatillos, te arrepentirás —dijo apretando los dientes.
Emilio cerró los ojos un instante, no dijo nada más y fue al escritorio; arrancó una hoja del calendario. —Ya es medianoche, Clari; quedan veintitrés días para nuestra boda.
Salió del dormitorio.
Clara mandó a traer una botella de licor; bebió más de la mitad y no pudo conciliar el sueño hasta el amanecer.
Cuando despertó ya era de día.
La criada llamó a la puerta. —Señorita Clara, el señor Emilio le pide que venga a desayunar.
Clara tenía hambre.
Se lavó, se cambió de ropa y fue al comedor.
Esther también estaba allí.
Clara quiso marcharse, pero no quiso privarse de comer; con gesto frío, se sentó y se sirvió una sopa.
En presencia de Esther, Emilio puso un plato de arroz frente a Clara. —Aun cuidando la figura, hay que comer algo de cereal.
Clara no lo aceptó; Emi

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