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Capítulo 269

—No hace falta, puedes irte. Ella sabía muy bien que Isabella no podía ayudarla. La familia López, en Solarena, ya contaba con la suficiente presencia para controlar todo. Isabella no era más que una empleada común; si por su culpa llegaba a ofender a Luis, temía que la situación de Isabella en Solarena se volviera insostenible. Los conflictos entre ella y su esposo no debían arrastrar a personas inocentes. Isabella, al ver el rostro agotado de Ana, también adivinó sus intenciones, sin poder ocultar la preocupación en su expresión. A un lado, Luis ya mostraba signos evidentes de impaciencia. Miró de reojo la hora en su reloj de pulsera y se acercó hacia Ana a paso firme. —¿Todavía no terminan de hablar? Es hora de irnos. —Entonces me voy primero. Cuídate en el camino de regreso. —se despidió Ana de Isabella. Sin dedicarle ni una sola mirada a Luis, bajó los escalones y se dirigió al auto que él tenía estacionado en el patio. Una sombra de disgusto cruzó el rostro de Luis, pero al final

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