Capítulo 287
Ella le había consultado con anterioridad a la enfermera; después de tanto tiempo sin tejer bufandas, había perdido mucha práctica.
Rocío bajó la mirada, ocultando la leve emoción en sus brillantes ojos, y comenzó a doblar la bufanda, guardándola cuidadosa en la bolsa donde tenía los guantes.
Luego se dispuso a recoger sus cosas.
Justo en ese momento, se escucharon unos golpes en la puerta.
Rocío fue de inmediato a abrir.
Tomás estaba del otro lado, con un termo de comida en la mano. Al ver que era ella quien abría, en su rostro se le dibujó una leve sonrisa.
—¿Por qué no duermes un poco más?
Rocío lo negó y, mirando a Tomás, dijo: —Vi la bufanda. Está muy bien hecha. Gracias.
La sonrisa de Tomás se acentuó, creyendo que se refería a la bufanda que él le había regalado. Le acarició la cabeza con la mano y le dijo cariñoso: —Mientras te guste... Te traje el desayuno. Cuando termines, iré a tramitar tu alta.
Rocío quiso apartarse de su toque, pero Tomás ya había retirado la mano con rapi

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