Capítulo 105
Yago, furioso, pronunció: —¡Tú fuiste quien se metió con Susana y ahora dices que ya no la quieres! ¿No sientes ni un poco de culpa? ¡Ella no te apuntó con un cuchillo para obligarte a estar con ella! ¡Esto que haces no es redención, es irresponsabilidad con dos mujeres al mismo tiempo!
Cipriano respondió: —No he dicho que no tenga culpa, pero amo a mi esposa.
Yago, lleno de rabia, se quedó sin palabras.
Aunque no hablaban en un tono de voz alta, fragmentos de la conversación se colaron hasta los oídos de los presentes.
Susana no podía pensar en nada más que en esa frase: amo a mi esposa... Era como un tentáculo que surgía del infierno y se deslizaba por lo más oscuro de su alma.
Cipriano dio media vuelta, regresó a la mesa con el rostro severo y declaró con frialdad: —No hay nada que negociar sobre el matrimonio. No lo aceptaré. En cuanto al proyecto conjunto, si quieren seguir adelante, perfecto; si prefieren cancelarlo, pues tampoco me opondré a ello.
Mientras hablaba, dirigió una m

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