Capítulo 124
Como si ya lo hubiera previsto, dijo: —Entonces que sea mañana. A las diez de la mañana, nos vemos frente al Registro Civil.
Rosa le respondió: —Bien, se lo diré.
Al decirlo, suspiró resignada y no pudo evitar comentar en voz baja: —Ay, este Cipriano... Si uno dice que es bueno, resulta que engaña y traiciona, y dan ganas de estrangularlo. Pero si uno dice que es malo, la verdad es que contigo fue bastante generoso. Si no hubiera cometido ese error imperdonable, habría sido el final perfecto para ese cuento hermoso de hadas que tenía en mi corazón.
Viviana sonrió de pronto. A contraluz, con el sol bañando su rostro, parecía que en sus ojos brillaba una lágrima diminuta como un inigualable diamante: —Los cuentos de hadas son una mentira, tonta.
Rosa alzó de repente la vista hacia el cielo: —Ya que se acabó el cuento, ¿por qué no consideras intentar con un mito?
Viviana: —¡...!
En el hospital.
David estaba recostado en la cama, trabajando silencioso.
Durante una pausa para tomar agua, pr

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