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Capítulo 232

—¿Cómo terminaste protegiendo a alguien en un árbol? David no preguntó por qué habían venido aquí. A él en este momento le preocupaba más la mujer que había trepado al árbol. Teodoro parecía inocente: —De repente salió este perro, todos se asustaron y, cuando me di cuenta, ya habían subido al árbol y no querían bajar. David se mostró serio. En ese instante, Viviana, ya recuperada, estaba tan avergonzada que casi arrancó la corteza del árbol. Además, sentía que él estaba conteniendo la risa. Claro, ¡definitivamente se estaba riendo por dentro! David hizo enseguida que el hombre que vino con él llevara al gran perro adentro y ordenó que lo encerraran en una jaula de hierro. Luego se acercó cuidadoso al árbol y le extendió con amabilidad la mano a Viviana: —Baja, ya has inclinado el árbol. —... ¡El árbol ya estaba inclinado! Viviana, con el rostro enrojecido, comenzó a descender lentamente; al subir lo hizo de un impulso sin miedo a la altura, pero al bajar se dio cuenta: Dios mío, ¿cómo

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