Capítulo 22 Ceguera selectiva
El hombre tenía una mirada profunda, como un abismo sin fondo alguno, parecía que podía arrastrarte hacia adentro.
Cuando me di cuenta de que este gesto era algo indescifrable, justo estaba pensando en alejarme, cuando de repente, detrás de mí, resonó un grito furioso: —¡¿ustedes qué están haciendo?!
De repente, una fuerza poderosa agarró mi brazo, separándome de Fabián con brusquedad.
Una vez estabilizada, miré hacia Tadeo, cuyo rostro estaba enrojecido por la ira, y no pude evitar enojarme: —¿Por qué viniste?
—Soy tu hermano, ¿acaso no puedo venir?
Tadeo miró a Fabián y luego me miró a mí, elevando la voz un poco más: —Además, si no hubiera venido, ¿ustedes ya estarían teniendo sexo, no es así?
Al oír esto, me enojé aún más y, con un movimiento brusco, solté su mano sin piedad, diciendo con furia: —¿Estás loco? Fabián solo me estaba ayudando a mantener el equilibrio, ¿puedes dejar de pensar en cosas tan repugnantes?
Tadeo gruñó: —No mientas, los gestos de ustedes no engañan a nadie.

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