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Capítulo 105

Ana no prestaba atención a las miradas ajenas, caminaba con la cabeza alta y el pecho erguido. Estaba tan orgullosa de ser pobre, porque para ella, la frugalidad era una virtud y no tenía nada de malo. Al ver al mayordomo, Ana le sonrió y lo saludó: —Hola. El mayordomo reaccionó: —¡Profesora Ana ha llegado! Pase, por favor. Esta vez, Ana no tuvo que guiarlo; fue directamente hacia la habitación de Raúl. Al entrar, Ana notó un cambio inmediato. Aunque la habitación seguía siendo algo oscura, había un gran estante de libros que antes no estaba allí. El estante estaba lleno de libros, y parecía más bien una pequeña biblioteca. Ana miró los tres libros que tenía en las manos y por un momento se sintió algo avergonzada de sacarlos. Raúl, al ver a Ana, adoptó una actitud muy amable: —Profesora Ana, ¿son estos los libros que me trajiste? Ana se los entregó y, algo avergonzada, dijo: —Son solo unos libros comunes. Seguro que ya tienes algunos de estos en tu estante. Raúl miró los títulos y neg

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