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Capítulo 116

Después de que Sara y Ana terminaron de asearse, Camila ya estaba sentada en una silla desayunando. El desayuno era abundante y bien preparado, pero solo dejó dos pequeños panes que arrojó descuidadamente sobre la mesa de Sara. Ana arrugó ligeramente la frente y preguntó: —¿Eso es todo lo que va a comer Sara? Camila respondió con indiferencia: —¿Y qué? ¿A ti qué te importa? De todos modos, no se lo come todo. Yo me encargo de aprovechar lo que sobra, así no se desperdicia. ¿Por qué hablas tanto? ¡Apúrate y lárgate! Ana entendió enseguida: el desayuno era de Sara. Pero ella solo podía comer las sobras de Camila, sin que siquiera le ofrecieran un vaso extra de leche o agua. ¿Era porque temían que pidiera ir al baño? La rabia de Ana estaba a punto de desbordarse. Camila siguió refunfuñando: —Ya basta, no pienso discutir contigo. Puedes irte. Solo trabajaste dos días, así que ni sueñes con que te voy a pagar. Sara, al escuchar que querían echar a Ana, se puso nerviosa y trató de hablar en

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