Capítulo 128
Javier no dijo nada al principio, limitándose a escuchar las maldiciones que salían del celular.
Esperó a que Laura terminara de gritar y, entonces, con una voz fría y cortante, respondió: —¿Laura, estás intentando poner a prueba mis límites? Te advertí que no lastimaras a Ana.
Al otro lado de la línea reinó un silencio absoluto, como si hasta la respiración se le hubiera detenido.
Pasó un largo momento antes de que Laura comenzara a respirar agitadamente; su voz ya no era tan aguda, sino cargada de tristeza y resentimiento. —¿Javier, Ana es tu límite? ¿Y yo? Después de tantos años, ¿qué soy para ti?
Javier contestó con una calma distante: —Si fueras sensata, tu familia, los García, seguiría recibiendo los beneficios que siempre ha tenido. Pero si decides no entenderlo... Laura, toda deuda de gratitud llega un día en que se salda por completo.
Y cuando se paga, se acaba. Y al acabarse, uno es desechado.
Así era Javier: frío y despiadado.
Laura comprendió el mensaje. Colgó la llamada co

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