Capítulo 159
Javier rebuscaba entre los fragmentos de vidrio las cápsulas de colores, abriéndolas una por una, leyendo cada papelito.
Leía los mensajes de buenos deseos que Ana había escrito.
Observaba la caligrafía de Ana, tan seria y solemne.
Sus dedos ya estaban llenos de cortes, pero parecía no sentir nada, y seguía leyendo.
La sangre manchaba los papeles con bendiciones, y las cápsulas multicolores se teñían de rojo, con una belleza decadente.
Javier abrió todas las cápsulas; cuando terminó de leerlas, las guardó cuidadosamente.
Pensó que debía de estar loco.
No podía controlar lo mucho que le importaba aquel cariño tan simple, tan ingenuo.
Había querido mantenerse distante, pero no podía evitar preocuparse.
Desde que nació, Javier nunca había experimentado ese tipo de emociones; lo único que antes no podía controlar era su propia maldad.
Pero Ana era demasiado especial.
Su olor era especial, su carácter era especial, incluso su cara y su figura resultaban especiales a los ojos de Javier.
Todo

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