Capítulo 166
Ella miró a su alrededor y enseguida vio a Mariana, vestida con un largo vestido negro, con su melena ondulada cayendo sobre la cintura.
Había que admitirlo: era realmente hermosa. Poseía una elegancia innata, una sensualidad que irradiaba magnificencia y brillo.
Los hombres tal vez la consideraran fría y distante, pero las mujeres, sin duda, la admiraban.
A Ana, en realidad, también le agradaba; siempre y cuando Mariana no se metiera con ella.
—Señorita Ana, ¿qué desea beber? ¿Café, quizás? —La llamó Mariana.
—No me gusta el café, es demasiado amargo. El jugo estará bien.
Ana había probado café una vez en la vieja casa, y realmente no le había gustado.
Había oído, además, que no era barato, así que, para no desperdiciarlo, lo había bebido a la fuerza.
Mariana pareció encontrarlo divertido. Mucha gente, aunque no le gustara, fingía disfrutarlo para aparentar tener buen gusto.
En poco tiempo llegó el jugo. Ana dio un sorbo y preguntó: —Señorita Mariana, ¿qué es lo que quería decirme?
Fr

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