Capítulo 184
José estaba completamente sin palabras. —Está bien, está bien, voy a acelerar el progreso. Me voy. El desayuno está en la mesa.
José se marchó rápidamente; si no lo hacía, ¡sus ojos no podrían soportar tanta cursilería!
Javier miró a Ana, que parecía un poco distraída, y le dijo: —Anita, no tengas miedo. En el futuro verás mucho más. Espero que nunca me temas.
Ana lo pensó por un momento y sonrió radiante. —No te tengo miedo, me gustas.
Aunque sabía que Javier era despiadado y calculador, no parecía temerle.
En su corazón, la impresión de que Javier era una buena persona estaba profundamente arraigada.
Cuando Javier escuchó esa confesión de cariño, las comisuras de sus labios se alzaron ligeramente, con un matiz de satisfacción.
Ana no sabía que poder ver con sus propios ojos las heridas de Javier, y saber cómo las había recibido, significaba algo importante.
Significaba que Javier había empezado a no ocultarle nada, que la estaba invitando a entrar en su mundo.
Incluso significaba que

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