Capítulo 18
Javier parecía haberse quedado dormido, atrapado en el sopor de un duermevela.
En sus sueños, todo era oscuro y sombrío. Unas personas capturaban a un gato flaco y débil.
—Anda, arrodíllate y suéltame una súplica. Arrástrate hasta aquí, y entonces lo soltaremos.
—¡Vaya! Qué pena, parece que usé demasiada fuerza. ¿Cómo es que ya murió?
Él ya estaba dispuesto a arrodillarse.
De pronto, la escena cambió.
Un accidente de tráfico. Javier, con altivez, miraba desde lo alto a un hombre con ambas piernas destrozadas y decía con aparente indiferencia: —Lo siento, parece que pisé el acelerador con demasiada fuerza. ¿Cómo es que no te moriste?
Sangre. Maldad.
Lo iban empapando poco a poco, palmo a palmo.
La muchacha en la habitación notó que el apuesto joven dormía con gran desasosiego.
Dudó un instante, pero aun así se acercó con la intención de reconfortarlo.
Aunque le habían advertido que no debía moverse en absoluto, pensó que, si lograba atraer la atención de aquel hombre, tal vez su vida ca

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