Capítulo 22
Durante todos esos años, Javier había estado atormentado por el insomnio; ya se había acostumbrado y lo aceptaba como parte de su vida.
Pero desde que apareció Ana, había logrado dormir profundamente en dos ocasiones.
Ahora que había vuelto a ese estado de vigilia perpetua, Javier sentía su ánimo siempre al borde de la explosión.
No podía permitir que en su vida existiera algo tan especial.
Eso lo hacía sentirse demasiado vulnerable.
El dinero no servía.
Con don Pablo presente, las amenazas de siempre tampoco tenían efecto.
¿Usar los sentimientos, entonces?
No sabía por qué, pero incluso en una situación como la actual, a Javier nunca se le ocurrió recurrir a métodos sucios o violentos contra Ana.
Quizá era porque los ojos de Ana eran demasiado limpios.
Unos que parecían un espejo capaz de reflejar el alma de las personas.
Javier llamó a José.
Ese zorro de José comenzó a darle consejos.
Cuanto más lo escuchaba Javier, más se le afectaba la cara.
Por teléfono, José se reía mientras decí

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