Capítulo 90
Entonces ella tocó la puerta.
Quien abrió fue el mismo mayordomo de sonrisa forzada.
Al ver a Ana, el mayordomo mostró un leve atisbo de alegría: —Profesora Ana, ha llegado, por favor pase.
Ana, un poco avergonzada, dijo: —No tenía nada que hacer por la tarde, así que llegué un poco temprano.
—No es temprano, no es temprano, no importa.
¿Cómo podía ser temprano? Ayer, el Srto. Raúl había preguntado por esta maestra de manera voluntaria.
Era la primera vez que el Srto. Raúl mostraba disposición a interactuar con alguien del exterior; en ese momento Ana estaba completamente sorprendida.
Si hubiera sabido que el Srto. Raúl tendría esta actitud, incluso los días de descanso estipulados en el contrato se habrían cancelado.
Si esta maestra no viniera, el Srto. Raúl casi habría derribado la casa de frustración.
Ana se sintió un poco confundida por la actitud del mayordomo, pero no le dio demasiadas vueltas.
Fue llevada nuevamente hasta la puerta del mismo cuarto de la última vez.
Esta vez, al

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