Capítulo 11

Las luces de la casa de subastas eran deslumbrantes; las lámparas de cristal refractaban un brillo cegador que se reflejaba en las joyas y obras de arte que llenaban la sala, resplandeciendo con intensidad. Alejandro estaba sentado bajo el podio de subastas, con la mirada fija en un collar de esmeraldas. Cada una de las gemas de aquel collar era cristalina y translúcida, como si pudiera reflejar los deseos más profundos del corazón humano. —Setecientos mil —dijo, levantando la paleta que tenía en la mano con una voz grave y firme. A su lado, Lucas le recordó en voz baja: —Alejandro, esta ya es la pieza número setenta y dos. ¿De verdad quieres comprar tantas? La mirada de Alejandro no se apartó del collar, y en su voz se percibió cierta obstinación. —Ella merece lo mejor. Todos estos años le hemos quedado debiendo, y tenemos que compensarla con creces. Además, tú no has comprado menos que yo. Lucas miró los más de cien regalos que se amontonaban a su lado, y la comisura de sus labios se