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Capítulo 1

La cirugía de trasplante de riñón que Luisa Gutiérrez realizaría con sus propias manos para su hijo estaba a punto de comenzar. Aquella intervención sería extremadamente complicada, pues el riñón provenía de su propio cuerpo. En menos de tres días, tendría que operar personalmente a su hijo. Tras veinticuatro horas de tensión, finalmente se apagaron las luces del quirófano; todo había sido un éxito. Justo cuando se disponía a compartir la alegría con su esposo, Federico Campos, quien la esperaba en la habitación de al lado, vio a través de la rendija de la puerta cómo él estrechaba entre sus brazos, de manera íntima, a la médica interna que trabajaba bajo su mando. —Federico, ¿no habrá pasado algo con la cirugía? ¿Y si a nuestro hijo le ocurre algo? Si yo pudiera donar el riñón, lo haría... Así no dejaría la vida de nuestro hijo en manos de otros. Luisa quedó petrificada. ¿Qué significaba eso de "nuestro hijo"? Apenas iba a entrar para exigir una explicación. Y entonces vio cómo él abrazaba a Verónica Valdez, apretándola contra su pecho: —No te preocupes. Desde que Luisa perdió la memoria en aquel accidente, apareció en su vida un hijo más y nunca sospechó nada. Siempre ha tratado a Orlando Campos como si fuera suyo, así que hará todo lo posible en la cirugía. Además, tú perdiste un riñón para salvarme, y yo, sacrificándome, me casé con ella para que donara un riñón a nuestro hijo. Es lo justo. Allí dentro, los dos se enredaban en un abrazo apasionado. ¡Luisa no pudo soportarlo más! Se cubrió la boca y retrocedió tambaleando hasta el pasillo, escapando hacia el baño. En cuanto cerró la puerta, se desplomó y comenzó a llorar con desesperación. Afuera resonaban las felicitaciones de sus colegas, pero ella permanecía acurrucada en el suelo, completamente rota. Por esta cirugía llevaba cinco días sin dormir bien; el vacío dentro de su cuerpo la hacía sentir como si fuera a desmoronarse. Pero por el bien del niño, por su familia... siempre había tenido que resistir. ¡Y resultaba que todo era una mentira! ¡Su matrimonio era una farsa! ¡Ese hijo ni siquiera era suyo! Cinco años de matrimonio... ¡Federico la había engañado! Y pensar que él prometió protegerla toda la vida... Se habían conocido por casualidad. Aquel día, al regresar del trabajo, lo vio intentando arrojarse de un puente peatonal tras una ruptura amorosa. Luisa no lo dudó y saltó detrás de él. El río estaba embravecido; tras un esfuerzo sobrehumano logró llevarlo a la orilla. En el hospital, le dijeron que, por el agua contaminada, los riñones de Federico habían sufrido una obstrucción y requería un trasplante urgente. Proveniente de una familia de médicos, Luisa no podía quedarse de brazos cruzados. Así que le donó un riñón y le salvó la vida. Pero tres días después de la operación, cuando ella despertó, Federico ya había sido dado de alta. Se reencontraron en una reunión de exalumnos: resultaba que él había sido de su misma generación. Solo que estudiaba finanzas. Luisa quedó cautivada por su porte erguido y sus facciones atractivas, así que tomó la iniciativa de conquistarlo. Al final, logró lo que deseaba, estar con él. Federico había sido un novio ejemplar. Él, cuando a ella le venía la menstruación, le preparaba con mucha consideración té de manzanilla y una faja térmica para la cintura. En su cumpleaños, corría más de diez kilómetros solo para reservar el pastel que a ella más le gustaba. Con el dinero que ganaba después de emprender su propio negocio, le compraba collares costosos. Todos decían que Luisa era muy afortunada. Y ella también lo creía. Así, terminaron casándose. Y tuvieron un hijo. Federico era un esposo perfecto, un padre responsable. Ella nunca había dudado de él. Si no hubiera visto hoy lo que vio con sus propios ojos... Esos diez años de amor habían sido una burla cruel. Como médica destacada, ella había donado su riñón para salvar al hijo de su enemiga. Y ahora, solo le quedaba uno. Federico... realmente eras despiadado. ¡En diez años ni por un momento me amaste! Por esa familia, alcanzó a entregar toda su juventud. Pero ahora, la mentira se había deshecho por completo. Sacó el teléfono y marcó un número: —Doctor Iván Rojas, ya lo he decidido. Acepto la oportunidad de intercambio académico en Argélica. Al otro lado de la línea, Iván quedó sorprendido: —¿No habías decidido establecerte definitivamente aquí? Incluso rechazaste una beca completa en el extranjero, casa y carro incluidos, solo por quedarte en ese piso alquilado... ¿Por qué el cambio tan drástico? En todo el hospital se sabía que Luisa era devota de su familia. Había tenido innumerables oportunidades de estudiar en el extranjero, pero por Federico y Orlando siempre las rechazaba. Algunos se burlaban de que el matrimonio la cegaba. Y ella siempre respondía con una sonrisa: —Mientras ellos dos estén conmigo, ahí es mi hogar. Ahora que lo pensaba... ella misma era un chiste. —Doctor Iván, ya lo he reflexionado. Antes fui demasiado tonta. Ahora sé que realizar mi propio valor es lo esencial en la vida. Iván asintió con satisfacción: —¡Qué bueno que por fin lo comprendas! Ya creía que la gloria de tu familia se extinguiría contigo. Muy bien, si ya estás decidida, en cinco días, cuando aprueben la solicitud, nos iremos juntos. —Hay algo más... —Luisa apretó el móvil con fuerza. —No le he dicho a nadie que me iré al extranjero. Espero que el hospital me ayude a mantenerlo en secreto. —No te preocupes. —respondió él. Luisa colgó. Respiró hondo y miró a la mujer demacrada reflejada en el espejo. Luisa, de ahora en adelante... ¡Vas a vivir para ti misma!
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