Capítulo 9
La silueta de Luisa, alejándose sin dudar y cerrando la puerta tras de sí, dejó a Federico atónito.
¿En serio se había marchado así, sin mirar atrás?
—Federico, creo que Luisa está realmente enfadada. ¿Por qué no vas a consolarla? —dijo Verónica con cautela.
¿Consolarla?
Durante todos esos años, él había estado en lo más alto; la gente a su alrededor siempre observaba su estado de ánimo antes de hablar.
¿Cómo iba a rebajarse para ir a consolar a Luisa?
Además, esa misma Luisa había sido testigo de su momento más humillante y desesperado.
Él detestaba a ese hombre débil que fue entonces.
Acompañando ese rechazo, comenzó a detestar también a la mujer que dormía junto a él.
Luisa provenía de una familia armoniosa y feliz, tenía un trabajo admirable y siempre se comportaba con contención y cortesía.
Él, en cambio, había salido arrastrándose del fango, como una rata del subsuelo.
Por eso, cuando apareció Verónica tan pura, tan herida como él.
No dudó en traicionar en nombre del amor.
Federi

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