Capítulo 13
Al presenciar con sus propios ojos las actitudes ambiguas de Clara hacia él, Lilia se puso pálida de ira...
—Javier, ¿qué demonios pasó? —preguntó apresuradamente, sin poder contenerse—. ¿Esa perra... Clara... cómo pudo venir aquí y además meterse en un conflicto contigo?
Javier parecía no haber escuchado sus palabras; simplemente continuaba fumando en silencio, con la mirada profunda fija en Clara mientras se alejaba, sin pronunciar palabra durante un buen rato.
—¿Javier?
—Vete primero, necesito un poco de tranquilidad. —Finalmente respondió, pero sin contestar a su pregunta.
—¿Irme? ¿No habíamos quedado en que hoy por la tarde escogeríamos el anillo de compromiso y luego cenaríamos juntos por la noche? —empezó a impacientarse.
—Tú decide todos los detalles del compromiso; donde haga falta dinero, te lo transferiré y ya.
Apagó la colilla en el cenicero; hablar de la boda para él era como dar instrucciones simples a un subordinado, sin siquiera mirar a la mujer que estaba a punto de casarse.
Frente a esa actitud distante y fría, Lilia sintió un nudo en el corazón...
Al recordar la escena en la que él y Clara habían intercambiado golpes, no pudo evitar concluir que aquella perra había afectado su ánimo...
—Perdón por tener en mi familia a una mujer tan loca que interfiere en tu vida.
Lilia no pudo contenerse y lo abrazó con cariño desde atrás, susurrando suavemente. —No tienes que prestarle atención; es una persona detestable que todos evitan. Ha tenido más de diez novios y al menos cinco abortos, así que frente a ti se comporta sin ningún pudor. Tranquilo, mis padres y yo nos encargaremos de ella en privado.
Javier, sin palabras y con cierta frialdad, apartó la mano de ella que estaba rodeando su cintura. —Vete a casa temprano, todavía tengo trabajo que hacer.
Dicho esto, ignoró cualquier expresión o emoción que le dirigió y subió las escaleras con el rostro impasible.
Lilia quedó paralizada en el lugar, con su corazón desplomándose rápidamente.
Al pensar en cómo Clara había estado causando problemas una y otra vez, especialmente ahora, al verla coquetear con Javier con sus propios ojos...
Respiró hondo en silencio, pensando que ya era momento de hacer algo...
...
En cuanto a Clara...
Conduciendo por la carretera principal, aún se sentía intranquila, y sus mejillas seguían ligeramente doloridas.
Originalmente, había pasado un día bastante agradable saliendo con Raúl; hacía mucho que no se sentía tan relajada. Nunca habría imaginado encontrarse nuevamente con ese hombre desagradable y que ocurrieran tantas cosas tan dramáticas.
Normalmente no era una persona ansiosa.
Pero no podía evitar que aquel hombre apareciera repetidamente en su vida: por un lado la amenazaba, y por otro quería acostarse con ella. Su comportamiento era completamente contradictorio, y aunque sus hormonas estuvieran equilibradas, su estado de ánimo se veía inevitablemente afectado...
Exhausta, regresó a casa.
Apenas se recostó en el sofá, sonó una notificación de Facebook. Tomó el teléfono y vio que era un mensaje de voz de Raúl.
—Clara, ¿dónde estás? Perdón, esta tarde mi tío Javier me dijo que mi abuela se cayó y fue hospitalizada; la situación era urgente, así que fui a verla de inmediato.
Clara se obligó a mantener la calma y respondió también con un mensaje de voz: —No pasa nada. ¿Y tu abuela? ¿Cómo está?
—Eh, solo se torció un poco la cintura, nada grave; mi tío Javier hace un drama de todo.
—Entonces cuida bien a tu abuela, y gracias por acompañarme a jugar esta tarde.
—¿Tienes tiempo esta noche? Quiero verte —preguntó él de nuevo.
...
Clara dudó unos segundos antes de escribir la respuesta: —Esta noche tengo otros planes. Ya pasamos la tarde juntos; hablamos otro día para la próxima vez.
Sin esperar a que él respondiera, apagó el teléfono y se recostó en el sofá blando, cerrando los ojos y deseando un poco de tranquilidad para aliviar el dolor de cabeza que sentía.
Ahora que sabía que Raúl era sobrino de Javier, en el fondo no quería involucrarse demasiado; temía que eso le trajera más problemas...
...
Pasaron dos días tranquilos.
Clara recuperó el ánimo y seguía ocupada con la remodelación del hospital de mascotas, saliendo temprano y regresando tarde cada día, deseando encargarse personalmente de muchos detalles.
Aquella mañana, mientras discutía con un empleado sobre la selección del equipo médico de la tienda, de repente entraron dos visitantes inesperados por la puerta.