Capítulo 93
En realidad, durante los dos días siguientes ella no consiguió estar en paz. Nada despertaba su interés; la comida no tenía sabor y, por las noches, el sueño la eludía, atrapada en una ansiedad constante.
Pensaba que, como siempre, viviría con tranquilidad, disfrutando de sus pequeños momentos de felicidad sin permitir que nada ni nadie alterara su ánimo. Pero no imaginaba que, tras dos días sin verlo, el tiempo pasaría con tanta lentitud, como si cada hora la soportara con esfuerzo.
Al mediodía del tercer día, ya no pudo resistir aquella añoranza y regresó al hospital.
Entró en la habitación con pasos silenciosos, empujando la puerta con cuidado. Lo vio tendido e inmóvil en la cama; evidentemente dormía la siesta...
Su mirada se detuvo en su cara y notó que su estado no era bueno. En tan solo tres días había adelgazado visiblemente; la herida no mostraba señales de mejoría, y la barba sin afeitar le daba un aspecto profundamente abatido.
No sabía por qué, pero al ver aquella expresión

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