Capítulo 19
El aire de la fábrica química abandonada estaba impregnado de un penetrante olor a productos químicos.
Paula estaba atada a una silla de hierro oxidada, con las muñecas ya ensangrentadas por el roce de las cuerdas.
Miraba fijamente a Rosaura, quien había perdido la razón, y su voz sonó inusualmente fría: —No vas a poder escapar.
—¡Cállate! —Rosaura alzó la mano y dejó tres surcos sangrientos en la cara de Paula con sus uñas—. Cuando llegue Raúl, ¡quiero que ustedes mueran juntos!
Detrás de ella, cinco hombres corpulentos preparaban explosivos. Uno de ellos, inquieto, preguntó: —Señorita Rosaura, ¿no habíamos quedado en solo secuestrarla?
Rosaura sacó un fajo de billetes del bolso y lo arrojó al suelo. —Ahora es matar o tomar el dinero y callar.
Las pupilas de Paula se contrajeron bruscamente: a los pies de Rosaura estaba un paquete de explosivo C4, suficiente para volar toda la fábrica.
El rugido de un motor se fue acercando; un todoterreno negro derribó la puerta de hierro y entró a t

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