Capítulo 9
Las expresiones de Daniel, Emilio y Mario se ensombrecieron apenas un instante, pero enseguida volvieron a adoptar su habitual expresión dulce y complaciente.
—Pauli, te equivocas, de verdad no sabíamos nada...
Dijo Daniel, pero Paula no quiso escuchar más y se dio la vuelta.
En la víspera de su cumpleaños, Daniel, Emilio y Mario volvieron a aparecer.
—Pauli —dijo Daniel, apoyado en el marco de la puerta, con la mirada encendida—, mañana seguro eliges a Sergio, ¿verdad?
Paula los miró con frialdad. —Ya lo dije, no voy a elegir a Sergio.
—No seas terca. —Suspiró Emilio—. Si Sergio te rechaza, no te preocupes, siempre estaremos nosotros.
—Eso —añadió Mario en voz baja—. Te amamos tanto, ¿por qué aferrarte a Sergio y no pensar en nosotros?
A Paula le parecía absurdo.
¿Con qué derecho creían que ella todavía podría elegir a alguno de ellos?
—Tranquilos —respondió Paula, con una calma absoluta—. No voy a elegir a ninguno de ustedes.
Los tres intercambiaron miradas, obviamente sin tomar en serio su rechazo; pensaron que solo era un capricho más y pronto se marcharon.
Pero poco después, apareció también Sergio.
—Paula, sé que mañana me vas a elegir —dijo él, de pie en la puerta, impecable con su traje y la mirada gélida—. Lo acepto, pero debes prometerme que nunca más le harás daño a Rosita. Si no...
—No te voy a elegir. —Lo interrumpió Paula.
Sergio dejó escapar una risa sarcástica. —¿De verdad crees que te lo voy a creer?
Ya sin ganas de discutir, se dio media vuelta y se fue.
Paula cerró los ojos, exhausta, hasta que el celular rompió el silencio.
—Pauli. —La voz de Gabriela sonó al otro lado de la línea—. Ya hablamos con Raúl, mañana estará puntual en la fiesta.
Gabriela dudó un instante y luego preguntó, con voz insegura: —¿Estás completamente segura de que quieres elegir a Raúl?
Paula apretó el celular, los dedos temblando ligeramente. —¡Estoy segura!
El día de su cumpleaños, el salón de banquetes resplandecía bajo las luces de los candelabros de cristal.
Paula entró con un vestido rojo, la tela ondeando como llamas a su paso, acaparando todas las miradas.
Daniel, Mario y Emilio la rodearon enseguida.
—Pauli —murmuró Daniel, con una mirada intensa—, hoy estás deslumbrante.
—Ese vestido te queda perfecto. —Sonrió Emilio con dulzura.
—Feliz cumpleaños, princesita. —Mario le ofreció una copa de champán.
Paula estaba a punto de hablar cuando, de repente, el salón quedó sumido en un silencio extraño.
Ella volvió la cara.
Sergio entró lentamente, llevando a Rosaura del brazo.
Y Rosaura llevaba puesto exactamente el mismo vestido rojo que Paula.
El salón estalló en murmullos.
Las caras de Daniel, Mario y Emilio se transformaron al instante; buscaron cualquier pretexto para alejarse. —Pauli, tenemos un asunto urgente, luego volvemos.
Paula se quedó inmóvil, y su ánimo se desplomó en un instante.
Sergio se acercó directamente y, con voz fría, ordenó: —Paula, o te vas a cambiar el vestido ahora mismo, o...
Entrecerró los ojos con peligro. —Yo mismo te lo quitaré.
Paula apretó el vestido con fuerza, sin moverse.
Sergio, perdiendo la paciencia, hizo una seña. —¡Llévensela a cambiarse!
Dos guardias la arrastraron fuera a la fuerza.
Diez minutos después, Paula volvió al salón con un vestido blanco sencillo, tan pálida como el papel.
La fiesta comenzó oficialmente. El maestro de ceremonias preguntó con una sonrisa: —Señorita Paula, ¿ya decidió quién será su prometido?
Paula respiró hondo. —Esperemos un poco más.
Daniel arrugó la frente. —¿A quién más esperas, Pauli?
En ese momento...
¡Bang!
Las puertas del salón se abrieron de par en par.
Yago y Gabriela entraron, seguidos por un hombre alto y elegante.
Vestía un traje negro impecable, tenía un rostro definido y la mirada tan fría como el acero, irradiando una presencia imponente.
Había regresado.
Por fin había regresado.
Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas, la vista se le nubló.
Caminó hacia él sin dudarlo y, la voz temblorosa pero decidida, dijo: —¡Yo lo elijo a él! ¡Raúl!