Capítulo 22
Mariana chilló con un alarido desgarrador: —¡Un fantasma!
Retrocedió a gatas, con los ojos desorbitados por el terror y la incredulidad.
Jairo permaneció inmóvil, clavado en el lugar, mirando a la Verónica viva que avanzaba entre los invitados.
—Verónica, ¿no estás muerta?
La mirada de ella pasó, fría y desdeñosa, por la figura descompuesta de Mariana antes de posarse en Jairo.
Con una sonrisa helada, dijo: —Jairo, supe que usaste una falsa carta mía para casarte con tu nueva esposa.
Jairo bajó del estrado y, tembloroso, le sujetó los brazos.
El calor de su piel, el pulso vivo, ¡estaba allí, de carne y hueso!
De un tirón la estrechó entre sus brazos, y su voz, rota por el llanto:
—¡Verónica, eres tú! ¡Qué imbécil fui! ¡Qué ciego! ¡Perdóname!
Se volvió para señalar a la temblorosa Mariana en el escenario: —¡Ya lo sé todo! ¡Fue ella quien te tendió la trampa! ¡La desenmascaré delante de todos, me vengué por ti!
Verónica lo apartó con un empujón seco.
Jairo dio un traspié, atónito.
Veróni

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