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Capítulo 1

Después de un accidente de tráfico, Isabel Almonte perdió la memoria. Recordaba a todo el mundo, excepto a José Gómez. Su amiga Beatriz Gómez, que la cuidó varios días, notó que de verdad no recordaba a José y su expresión cambió. —Isa, ahora estamos solo tú y yo aquí. Dime la verdad, ¿esto es una nueva estrategia tuya para llamar la atención de José? Isabel no entendía nada; la sorpresa llenó su mirada: —No, de verdad no recuerdo quién es él. —¿No me estás mintiendo? Frente a la desconfianza de su amiga, Isabel no dudó y enseguida hizo un juramento solemne. Al verla capaz de jurar así, Beatriz se quedó atónita y la sacudió por los hombros. —¿De verdad has perdido la memoria y justo te has olvidado solo de José? Isabel no comprendía qué tenía eso de sorprendente y no pudo evitar preguntar: —¿Quién es José, exactamente? El rostro de Beatriz se tornó complicado; la miró con resignación y terminó explicándole poco a poco: —José es mi hermano. Recuerdo que la primera vez que viniste a mi casa, te enamoraste de él a primera vista y lo perseguiste durante siete años... Mientras escuchaba ese interminable relato, la mente de Isabel se quedó completamente en blanco. —¿Y ahora él es mi novio? Beatriz mostró cierta incomodidad: —No, él siempre ha sido frío contigo. Solo tiene ojos para su primer amor, Lucia Cisneros. Cuando terminaron, cayó en el alcohol y casi se destruye; nunca la ha superado. Esta vez, te dejó sola en la autopista porque fue a recoger a Lucia, que volvía del extranjero. Por eso tuviste el accidente y perdiste la memoria. En apenas unas frases, Isabel quedó tan impactada que no supo qué decir. —Si José siempre fue frío conmigo y solo pensaba en Lucia, ¿entonces qué veía en él? ¿No me estarás mintiendo? —¿Cómo iba a mentirte? Todo el mundo sabe que estabas locamente enamorada de José. Beatriz negó con la cabeza, tomó el celular de Isabel y se lo acercó, pidiéndole que lo desbloqueara. Isabel, aún dudosa, marcó un número de memoria, pero no logró desbloquearlo. —Ya no usas el nombre de tu ídolo como clave, ahora es la fecha de cumpleaños de José, 0715. Siguiendo la indicación de Beatriz, Isabel finalmente desbloqueó el celular. Al abrir la galería, cientos de fotos de José inundaron la pantalla. Se quedó mirando ese rostro atractivo durante un buen rato, hasta que por fin comprendió que Beatriz debía estar diciendo la verdad. Porque el aspecto de José sí era exactamente su tipo ideal. Pero en todas aquellas fotos tomadas en secreto desde distintos ángulos, su mirada hacia ella era siempre fría, completamente desprovista de calor. Cuanto más miraba, más se le encogía el pecho, así que abrió la aplicación de notas. Había muchas notas sobre José, sus gustos, manías y preferencias. Además, encontró el diario que escribía todos los días sobre su amor no correspondido. [El séptimo San Valentín. Tras dos semanas ensayando una y otra vez la confesión, como era de esperar, volví a ser rechazada. José dijo que lo nuestro era imposible, pero aun así no puedo dejarte ir.] [Hoy José volvió a emborracharse y me confundió con Lucia, repitió su nombre cientos de veces. Me dijo que no podía olvidarla, que aunque supiera que ella no le va a responder, seguirá esperando. En ese momento sentí que ambos éramos igual de tristes y patéticos.] Aunque ya no recordaba nada, el dolor y la frustración de cada palabra calaban muy hondo en ella. Era como si le clavaran una espina en el pecho, y la punzada le dolía cada vez más. Sintió un nudo en la garganta, y casi le brotaron las lágrimas. Se quedó allí, aturdida, sin lograr calmarse durante mucho rato. Pasó un largo silencio en la habitación, hasta que Beatriz habló al fin. —¿Y ahora qué piensas hacer? ¿Vas a seguir con el tratamiento? Mi tío es un médico muy prestigioso, aunque ahora está en el extranjero, si quieres puedo... —Déjalo, aunque lo he olvidado, puedo sentir que antes de José debí de sufrir mucho. Tal vez olvidarlo no sea tan malo. Isabel respiró hondo, bajó la cabeza y borró todas las fotos y notas que tenía sobre José. Beatriz la miró, sorprendida, y estaba a punto de decir algo cuando sonó el celular. Tras la llamada, cogió su bolso y, dejando solo una frase, se marchó apresuradamente. —Tengo que irme a casa a resolver unos asuntos. Cuídate y descansa. Con un golpe seco, la puerta se cerró. Isabel estaba a punto de descansar cuando sonó el celular de casa. —Isa, ¿recuerdas que yo te hablé hace tiempo de compromiso matrimonial que te arreglaron de pequeña? Ya lleva años pospuesto, ¿has pensado qué vas a hacer con eso? Su madre, Mónica, ya estaba preparada para que Isabel se negara, así que esta llamada era solo un último intento. Pero Isabel, tras unos segundos de silencio, aceptó sorprendentemente: —Está bien. Cuando termine aquí, volveré para cumplir ese compromiso. Mónica se quedó atónita, sin poder creerlo. —¿Ya no te gusta José? Antes, por él, te empeñaste en quedarte en Monteluz y no quisiste volver a Lagoazul, lo seguiste durante años, ¿cómo es que ahora lo has superado de repente? Isabel no sabía cómo explicar lo de su amnesia, ni quería preocupar a la familia por el accidente. Tras pensarlo un momento, dio una respuesta ambigua: —Ahora ya no me gusta, y no volveré a gustar de él.
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