Capítulo 25
Desde que volvió de Lagoazul, José cayó en una profunda depresión y se encerró a beber día y noche.
Al abrir la puerta, el olor a alcohol hizo retroceder a Beatriz, que tuvo que taparse la nariz para entrar.
José, tumbado en el sofá, encendió una chispa de esperanza al oír la puerta.
Pero al ver que era Beatriz, esa luz se apagó de inmediato.
—Hermano, deja de beber ya.
Beatriz le quitó la botella de la mano a José.
Él tomó otra y le dio un largo trago.
—¿A qué has venido?
Beatriz le dio una patada, molesta: —Vine porque tengo miedo de que un día te mueras borracho.
Aunque lo regañó, no pudo evitar sentir lástima y le preparó una sopa para la resaca.
José miró la sopa sin intención de tomarla.
Beatriz la dejó sobre la mesa: —La hice con la receta que me dio Isa.
Al escuchar el nombre de Isabel, los ojos de José se iluminaron un poco, tomó la sopa y la bebió de un trago.
El sabor familiar le hizo brotar lágrimas; el gusto salado de las lágrimas se mezcló con la sopa y no dejó ni una got

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