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Capítulo 4

Alma con tristeza abrió el video para verlo. En el video, se mostraba la escena en la que Facundo le arrancaba con fuerza la falda. Su reacción y la expresión feroz de Facundo quedaban claramente capturadas. Y abajo, los comentarios de los internautas. —La señora Alma siempre parecía bastante conservadora, siempre vestía un traje negro, no se esperaba que en privado fuera una mujer tan libertina. —Con ese cuerpo tan sexy, no me sorprende que el señor Facundo se haya casado con ella. —Lo que más me gustan son sus esbeltas piernas, tan delgadas y rectas, seguro que se sienten muy bien al tocarlas. —Ese pecho, a ojo, es una copa D. —Dios mío... Esas palabras resultaban asquerosas a la vista. Su teléfono sonó. Alma contestó, y del otro lado se escuchó la voz autoritaria de Facundo. —Alma, no permitiré que nadie te ayude con las fotos en internet, solo tienes una manera de solucionarlo: toma tu dinero y cómpralas una por una. Alma volvió a escuchar a Facundo decir. —Heriste a Vanesita, por lo tanto, debes pagar un alto precio, tengo que darle una explicación a su familia. Facundo colgó furioso la llamada. Los dedos de Alma temblaban desconsolada al abrir su cuenta bancaria. En la cuenta solo había setecientos mil dólares estadounidenses, todo el salario que el Grupo Horizonte Azul le había pagado en los últimos cinco años. Sí, eso era todo su ridículo salario. Ya que no tenía acciones de la empresa, todos los dividendos estaban en manos de Facundo. Él tenía una tarjeta bancaria que estaba en posesión de Alma. Alma buscó a su buen amigo Felipe, le entregó los setecientos mil dólares y la tarjeta bancaria, y le pidió que comprara todos los videos y fotos de ella que circulaban en internet. Pero los precios exigidos por quienes publicaban los videos eran muy altos. Con los setecientos mil dólares, solo pudo comprar los videos y fotos de siete publicadores. Felipe pagó con la tarjeta bancaria. Cuando realizó el primer pago, la tarjeta funcionó sin problema. Pero al intentar pagar la segunda vez, la tarjeta fue congelada. —Alma, lo siento la tarjeta fue congelada. Esas personas dicen que si no hay varios millones de dólares, no se pueden comprar los videos publicados en la página principal. Alma miró sorprendida la tarjeta bancaria. Facundo se la había dado el día en que la empresa salió a la bolsa. Él le dijo con cariño: —Almita, esta tarjeta no tiene límite, espero que nunca te falte dinero, no te preocupes yo te mantendré. Las lágrimas de Alma ya le nublaban la vista, y sus lágrimas caían sin cesar sobre esa tarjeta bancaria. Durante esos cinco años, había comido y vivido en la empresa, sin mayores gastos personales. La empresa le pagaba el salario, por lo tanto Alma nunca había utilizado esa tarjeta bancaria. Era la primera vez que la usaba, pero solo le permitió hacer una compra antes de ser congelada. En su mente apareció de nuevo la imagen de Vanessa, ella solía ir sin preocupación alguna de compras por todas partes con la tarjeta secundaria de Facundo. Después, Facundo no quería que Vanessa saliera tanto, y además ella siempre se quejaba de manera coqueta de que le dolían los pies de tanto caminar. Así que Facundo les ordenó directamente a las marcas de lujo que enviaran personal a su casa una vez al mes. Todos los productos que traían eran modelos nuevos de ese mismo mes, y Vanessa podía elegir a su antojo lo que quisiera. Sonó la notificación del celular: era un mensaje de Facundo. [No te permito usar mi dinero para comprar esas fotos, Alma. Aunque tuvieras que vender tu cuerpo en la calle, no te ayudaría]. Alma se secó las lágrimas con la mano. —Vende esa patente, y usa el dinero que obtengas para comprar todas esas fotos y videos. Felipe se sorprendió muchísimo. —Alma, estás loca, ¡ese es el proyecto en el que has trabajado durante diez largos años! No puede ser, yo te ayudo a resolverlo, te lo juro que te ayudaré como sea. Felipe sacó todos sus ahorros, y hasta vendió las tres casas que tenía a su nombre, y solo de esa forma pudo reunir apenas suficiente dinero para comprar todas las fotos y videos originales. En cuanto a los videos y fotos que ya habían sido republicados, Felipe contrató a un hacker para solucionarlo. Al ver que todas las fotos y videos habían sido eliminados, en la mente de Alma resonaban las palabras de Felipe. [Alma, sé que ese proyecto de investigación es el fruto de tus diez largos años de arduo trabajo, y sé que no puedes venderlo a bajo precio. A tu proyecto solo le falta el toque final, y cuando los resultados salgan a la luz, valdrá miles de millones de dólares. Solo recuerda darme cien millones, con eso me conformo]. Las bromas de Felipe estaban aún frescas en su memoria, mientras Alma pensaba una y otra vez en la crueldad despiadada de Facundo. Ella sabía muy bien que, en estos diez años, lo que más lamentaba era haber desperdiciado todo su tiempo en Facundo. Se arrepentía con el alma de haberse enamorado de él. Alma regresó a la casa. Apenas entró, escuchó a Moisés llorando. Corriendo fue a verlo. En los ojos de Vanessa se reflejaba una expresión de satisfacción, y le dio una cachetada a Moisés. Alma corrió apresurada, le sujetó la mano a Vanessa y, apuntando a su cara, le devolvió dos cachetadas. Alma abrazó a Moisés con fuerza en sus brazos. Vanessa comenzó a llorar con lágrimas de cocodrilo, y en su llanto se notaba la desesperación. —¡Facundo, Facundo...! Él bajó desde el piso de arriba. Vanessa sollozante se lanzó a sus brazos. Al ver las marcas de las cachetadas en la cara de Vanessa, los ojos de Facundo se llenaron al instante de furia asesina. Vanessa llorando explicó: —La señora Alma me malinterpretó. Moisés estaba jugando con sus bloques, y en cuanto ella llegó, le dio una cachetada en la cara a Moisés diciendo que se parecía demasiado a ti. Yo traté de detenerla para que no golpeara a Moisés, y entonces me dio dos cachetadas a mí. Moisés, llorando, explicó su versión: —Papá, fue Vanessa la que me pegó, ella me pegó, mamá solo la golpeó para protegerme. Facundo preguntó con frialdad: —¡Alma! ¿Le pegaste a Vanesita? Alma, al escuchar que Facundo ignoraba por completo el verdadero problema y se centraba solo en que ella golpeó a Vanessa, respondió con rabia: —Facundo, ¿has visto la cara de Moisés? Desde que nació, ¿me has visto golpearlo alguna vez? Entonces, Vanessa mostró una expresión de pánico, y desesperada se sujetó la muñeca, y la gasa se manchó de sangre al instante. Facundo enseguida se preocupó. —Vanesita, ¿se ha vuelto a abrir la herida? Ella lloró aún más desconsolada. Cuando Facundo volvió a mirar a Alma, su voz fue tenebrosa: —Pascual, dale diez cachetadas. Por el daño que ha sufrido Vanesita, Alma debe pagar diez veces más. Alma no tuvo ninguna posibilidad de defenderse. Pascual le propinó sin piedad alguna diez cachetadas, y el dolor en su cara hizo que la sangre brotara sin cesar de la comisura de su boca. Mientras tanto, Alma cubría los ojos de Moisés con la mano. Moisés lloraba histérico. —Papá, no es culpa de mamá, ¡fue Vanessa la que me pegó! Mamá solo quería protegerme. ¡Te odio, en verdad, te odio...! Ella miraba con tristeza a Moisés, que se debatía sin parar en sus brazos. Lo abrazaba con fuerza, sin permitirle moverse. Solo cuando terminó de recibir las diez cachetadas, lo soltó. Moisés lloraba desconsolado. —Mamá, no lo necesitamos, yo solo quiero estar contigo. La cara de Facundo cambió de manera drástica, lleno de ira: —Alma, ¿así es como le enseñas a Moisés? ¡Solo tiene cinco años! ¿Quieres que no me reconozca como su padre? Está claro que la malvada aquí eres tú, ¡Vanesita aún sigue siendo una niña! ¿No puedes ser un poco más tolerante con ella? Alma abrazó a Moisés y salió con él. Pero Facundo ordenó a los guardias que los detuvieran. —Enciérrenlos en el establo, que reflexionen. Así que los encerraron en el establo, Alma vio la mirada triunfante de Vanessa. Ella satisfecha articuló en absoluto silencio: —¡Facundo es mío! Pero en el corazón de Alma, sabía que ya no volvería a tener expectativas respecto a Facundo. Por la noche, el establo era muy frío, y de repente, Moisés, que estaba en sus brazos, comenzó a tener fiebre. Alma intentó como pudo abrir la puerta del establo. Pero estaba cerrado con llave. Llamó a Facundo por celular. Pero quien contestó fue Vanessa. —Alma, quédate en el establo. ¿Querías competir conmigo? Ya lo ves, Facundo no te cree, él solo me quiere a mí. Será mejor que te vayas lo más lejos posible con Moisés, o te aseguro que no volverán a pasarla bien ninguno de los dos.

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