Capítulo 6
Al ver que la multitud crecía y que comenzaban a lanzarle todo tipo de objetos, Daniela no pudo esquivar los ataques y no le quedó más remedio que pedirle al chofer que ayudara a subir a Orlando y Alicia al auto para llevarlos al hospital.
Apenas entraron a la sala de urgencias, Camila corrió hacia ella y le dio una bofetada con todas sus fuerzas.
—¿Dices que no me odias, pero quieres matar a mis padres? —Lloraba desconsolada: —¡Daniela, qué malvada eres!
Daniela abrió la boca, a punto de responder, pero por el rabillo del ojo vio esa silueta tan familiar.
Jorge se acercó rápidamente y sostuvo a la tambaleante Camila: —Camila, no te alteres, no es bueno para el bebé.
Jorge la sostuvo, luego miró a Daniela, molesto, con una decepción imposible de ocultar.
En ese momento, Daniela sintió un frío que le recorrió todo el cuerpo.
¿Jorge no veía lo destrozada que estaba?
¿Jorge... Tampoco le creía?
—Dani, me tienes tan...
La palabra "decepcionado" aún no salía de su boca cuando Daniela, de repente, sonrió.
Comenzó a reírse, temblando, las lágrimas escurriéndose hasta la herida en la comisura de sus labios.
Jorge ni siquiera estaba dispuesto a escuchar una explicación, ya la había condenado.
—¡Sí! ¡Soy malvada! ¡Soy promiscua! ¡Soy cruel! ¡No tengo perdón de Dios, debería morirme!
De pronto elevó la voz, que resonó por todo el pasillo: —¿¡Así está bien!?
Jorge estaba visiblemente paralizado, y en su mirada cruzó un destello de confusión: —Dani, yo...
—¡Jorge! —Camila se desplomó en sus brazos: —Yo... Me siento mareada...
Jorge la sostuvo por instinto, y al volver a mirar, solo alcanzó a ver la espalda de Daniela.
Ella se alejó rápidamente, el dobladillo de su abrigo blanco dibujando un arco en el aire, como una mariposa con las alas rotas.
Jorge sintió de pronto una inquietud, quiso ir tras ella, pero Camila volvió a gemir de dolor.
—No te vayas... —Camila, débil, se aferró a su camisa: —El bebé... Nuestro bebé...
Daniela escuchó el alboroto a sus espaldas, pero no miró atrás.
Cuando la puerta del elevador se cerró, por fin se dejó caer al suelo, hundiendo el rostro entre las manos.
Resulta que, en la desesperación, ni siquiera se puede llorar en voz alta.
Al regresar, Daniela se escondió bajo las cobijas.
Esa noche, tuvo un sueño larguísimo.
En este, solo aparecían momentos en los que Jorge la amaba.
Bajo los cerezos del campus universitario, Jorge tomaba sus manos y le decía: "En esta vida, solo tengo ojos para ti". En la boda, la mirada temblorosa de Jorge mientras, conmovido, le ponía el anillo en el dedo. Y la emoción con la que la abrazó y dio tres vueltas en la sala al enterarse de su embarazo.
Pero en un abrir y cerrar de ojos, las imágenes se transformaban en Jorge protegiendo a Camila.
Él evitaba que Camila bebiera alcohol, le compraba medicinas, y delante de todos decía: "El bebé en el vientre de Camila es mío".
¡Pum!
Un estruendo despertó a Daniela.
Abrió los ojos y descubrió que afuera ya había oscurecido.
Desde abajo, se escuchaban pasos y la voz dulce de Camila dando órdenes:
—Ese sofá muévanlo al solario, quiero tomar el sol...
—Esa planta no me da confianza, llévensela.
—Y cambien el color de esas cortinas por el azul que me gusta.
Daniela, agotada, salió de su habitación, justo a tiempo para ver a Jorge subiendo las escaleras con la almohada de Camila en brazos.
Al cruzar sus miradas, Jorge se quedó rígido.
—Los padres de Camila están hospitalizados por tu culpa. —explicó Jorge, con voz fría: —No quieren que ella viva sola, así que la hice mudarse aquí hasta que dé a luz.
Daniela lo escuchó en silencio, con el rostro completamente inexpresivo.
Ni siquiera miró a Jorge, su mirada vacía lo atravesó como si fuera un desconocido sin importancia.
Así era el dolor extremo:
Anestesia, vacío, ni siquiera la rabia podía sostenerse.
Se giró para irse, pero escuchó que Jorge la llamaba: —Dani...
En la voz había un titubeo que ella conocía bien, igual que después de cada pelea, cuando él quería pedirle perdón, pero no podía con su orgullo.
—¡Jorge! —interrumpió la voz melosa de Camila: —El bebé creo que volvió a patearme, ven a sentirlo...
Los pasos de Jorge se detuvieron.
Daniela escuchó su suspiro y luego sus pasos alejándose poco a poco.
Ella sabía lo que estaba pensando Jorge.
Total, cuando naciera el bebé, todo estaría bien. Por ahora, solo debía ceder ante ella.
Como siempre, Jorge solía decir:
"Solo aguanta un poco más", "Ya casi pasa", "Cuando esto termine..."
Pero esta vez, Daniela no quería esperar más.