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Capítulo 3

—Daniela, Mónica está embarazada, y este es un gran acontecimiento para la familia Escobar. —Últimamente dice que no duerme bien; quizá la iluminación y la ventilación del lugar donde vive no sean adecuadas, mientras que la residencia principal en la que tú estás es la mejor de toda la casa. —Como ahora tú no estás embarazada, ¿por qué no le cedes temporalmente la residencia principal a Mónica? Cuando dé a luz, ya volveremos a hablar del tema. ¿Qué te parece este arreglo? Norma dio un paso adelante, alterada: —La residencia principal es donde la señora Daniela ha vivido siempre, ¿cómo va a dejarla así porque sí? ¡Esto es demasiado injusto para ella! Ángeles se enfureció: —Ya lleva casada tres años y aún no ha quedado embarazada. El hecho de que yo no le haya pedido a Aarón que se divorcie de ella ya es bastante considerado de mi parte, ¿qué más quiere? —Ahora que Mónica lleva en su vientre al primogénito de la familia Escobar, que le cedan un lugar para vivir... ¿qué tiene eso de malo? Mónica se levantó apesumbrada, con los ojos ligeramente humedecidos, sosteniéndose la cintura: —Madre, por favor, no diga eso. El lugar donde yo viva no importa; si tengo que sufrir un poco más, lo haré encantada. —Daniela es la esposa legítima de Aarón, ¿cómo podría yo compararme con ella? Solo deseo darle un hijo sano a Aarón, con eso ya me siento satisfecha. Mientras hablaba, su rostro se tornaba aún más pálido y se dejó caer en el sofá, exhalando una fragilidad que despertaría la ternura de cualquiera. Aarón me miró con cara de pocos amigos: —Daniela, es solo un cambio de habitación. Deja que Mónica se instale allí. Está embarazada y su salud no es buena. Cuando nazca el bebé, pediré que vuelva aquí de inmediato, y entonces la residencia principal seguirá siendo tuya. Por una mujer embarazada, querían que la esposa cediera su habitación principal. Si eso se llegaba a saber, toda la élite empresarial se reiría de mí. Era una humillación descarada. ¿Cómo podían no entenderlo? Y aun así él lo dijo... solo porque Mónica llevaba a su hijo. Como guardé silencio, él añadió con tono algo impaciente: —Daniela, empaca tus cosas estos días. Que Mónica se mude cuanto antes, así podrá descansar bien. Suspiró y mantuve la espalda recta: —Puedo mudarme hoy mismo. No retrasaré el cuidado de Mónica. Él se quedó aturdido unos segundos, la voz se le volvió algo vacilante: —No hace falta que sea tan rápido... Mónica intervino enseguida con una sonrisa suave: —De verdad, muchas gracias, Daniela. Aarón, me apetecería comer unas ciruelas pasas, ¿podrías traerme algunas? Aarón, al oírla, desvió su atención enseguida: —Claro, pediré a la cocina que compre unas muy frescas. Se sentó a su lado, una mano sobre su vientre y con la otra le llevó una ciruela a los labios. Me giré y regresé a la residencia principal. Le indiqué a Norma, que iba tras de mí: —Solo guarda las cosas que yo traje conmigo. No toques nada más de aquí. Norma alzó la voz, indignada: —¡Has vivido aquí todo este tiempo! ¿Por qué tienes tú que irte? ¡Esto en serio es pasarse de la raya! Apreté los dedos con rabia y pasé saliva antes de decir: —No será por mucho tiempo. Muy pronto, todo esto terminaría. Aarón llegó por la noche y se quedó de pie en la entrada, con un tono teñido de culpabilidad: —Daniela, te toca soportar por esta vez. Yo levanté la mirada y lo corté con frialdad: —Tranquilo da igual, no es la primera vez que tengo que aguantar. —Cambiarme está bien: así podrás estar con tu Mónica todo lo que quieras. Aarón frunció el ceño con mayor fuerza, irritándose al instante: —¿Solo porque te pido que cambies de habitación, tienes que hablar de esa manera? Daniela, ¿puedes ser un poco más madura y pensar en el bien común? —Cuando Mónica tenga al bebé, ya te lo dije: solo será un hijo. Después, podremos seguir como antes. ¿Como antes? Eso ya jamás sería posible. Desde que se mudó a la residencia principal, Mónica se comportó aún más altiva; se creía la dueña de la casa y no dejaba que Aarón viniera solo a verme. La única ocasión en la que coincidíamos era solo durante la cena. Y siempre utilizaba al niño de su vientre para acaparar toda la atención de Aarón y Ángeles. Siete días después, llegó mi cumpleaños. Aquel día, Aarón, excepcionalmente, no estaba pegado a Mónica y me encontró distraída en el jardín. Su mirada reflejaba una culpa evidente: —Daniela, lo siento mucho. Hoy es tu cumpleaños y quiero hacerte compañía como mereces. —He reservado un bote para navegar por el río; esta noche veremos la imperiosaexhibición de luces, estará muy animado. Pero apenas terminó de hablar, Mónica se acercó con una sonrisa tímidamente dulce: —Aarón, tengo una sorpresa para ti.

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