Capítulo 8
En la actualidad, Grupo Luminex no era más que una cáscara vacía.
Todos los empleados se habían marchado; solo quedaba Aarón.
Aquel día, mientras observaba ensimismado el edificio que alguna vez había sido símbolo de la gloria del grupo, no pudo contener el arrepentimiento que lo consumía por dentro.
Justo en ese momento, Mónica apareció de repente frente al edificio: —Aarón, mi padre ya ha decidido que me vuelva a casar. Mañana me iré... ¿puedes ver al niño por última vez?
Aarón, al final, se ablandó y aceptó, siguiendo a Mónica hasta el apartamento donde ella vivía.
A la luz temblorosa de las velas, Mónica le sirvió una copa de vino tinto: —Mañana me iré a un lugar muy lejano; no volveremos a vernos en esta vida.
—Aarón, te lo pregunto por última vez... ¿de verdad nunca tuviste la intención de estar conmigo?
Aarón lo negó y apuró la copa de un solo trago: —Que seas feliz en tu nuevo matrimonio. Que tu vida esté llena de paz y prosperidad.
Mónica lo observó atenta terminar el vino y,

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