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Capítulo 2

Salí de la empresa y las palabras de Javier seguían resonando en mis oídos. Sin darme cuenta, conduje hasta el cementerio. Cuando me sentía perdida, siempre iba a la tumba de mi madre para hablar un rato con ella. El compromiso matrimonial entre la familia Ruiz y yo fue algo que mi madre decidió antes de morir. "Elena, no creas en el amor. No seas tan ingenua como yo". "Todos los hombres son iguales. Solo pueden ser un apoyo, nunca una carga". Esa fue la amarga lección de mi madre. Por amor, no dudó en enfrentarse a su familia y casarse con mi padre. Pero cuando él prosperó, enseguida tomó una amante. Su hija ilegítima, Nuria, era apenas dos años menor que yo. Cuando estaba en la secundaria, la amante de mi padre apareció con su hija e hizo un gran escándalo, empeñada en entrar en nuestra casa. Mi madre, que había sido una mujer orgullosa toda su vida, no soportó aquel golpe. Le rogó a mi abuelo que me concertara un matrimonio con la familia Ruiz y, después de dejarme un último mensaje, se lanzó desde el edificio. Mi padre no era más que un nuevo rico; la diferencia entre la familia Suárez y la familia Ruiz era enorme. Sin embargo, mi abuelo mantenía una buena relación con ellos. Tras la muerte de mi madre, la familia Ruiz me acogió en su hogar. Javier y yo habíamos sido compañeros de escuela desde siempre, y nuestra relación era cercana. Hasta que, al llegar a la adultez, Javier empezó a parecerse a los demás hijos de familias adineradas: se entregó a la vida nocturna, salía a bailar, bebía, y llevaba una existencia desordenada y libertina, como si buscara placeres fugaces sin importar las consecuencias. Yo, recordando siempre las palabras de mi madre "todos los hombres son iguales", no le daba importancia. Yo quería los negocios de la familia Ruiz, sus conexiones; quería que ellos se convirtieran en el impulso que fortaleciera mi vida. No me importaba cuántas mujeres tuviera Javier fuera, pero no podía aceptar que estuviera con Nuria. En los primeros años después de mudarme a la casa de los Ruiz, cuando Javier conoció mi historia, se enfureció incluso más que yo. Me prometió que, si algún día se encontraba con aquella madre y su hija, se encargaría de vengarme, de liberar mi rabia contenida. Y, sin embargo, cuando finalmente conoció a Nuria, olvidó por completo aquella furia juvenil y terminó enredado con ella en una relación ambigua, intensa y sin retorno.

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