Capítulo 7
Al día siguiente, cuando llegué a la oficina, descubrí que alguien me estaba esperando en mi escritorio.
Dejé mi bolso y pregunté: —¿Qué haces aquí? ¿Ocurre algo?
Víctor estaba revisando unos documentos sobre mi mesa y, al oírme, sonrió.
—Estaba viendo qué clase de magia tienen estos papeles para que mi esposa me haya hecho esperarla toda la noche de ayer.
Al recordar lo ocurrido al mediodía del día anterior, me sonrojé un poco.
Víctor no parecía tener intención de dejar el asunto en el pasado; se inclinó hacia mí y preguntó en voz baja: —¿Vas a volver a casa esta noche?
Ya estábamos legalmente casados, así que fingir pudor carecía de sentido.
Asentí.
Víctor arqueó una ceja y enseguida adoptó una expresión más seria mientras comenzábamos a elegir el diseño de las invitaciones de boda.
No habíamos visto más de un par de modelos cuando Javier entró en la oficina con un enorme ramo de flores en los brazos.
—Cariño, no te enojes, ¿sí? Me equivoqué...
—¡Te prometo que no volveré a fijarme e

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