Capítulo 41

Patricia empujó la puerta y entró. Llevaba una sencilla coleta y un conjunto de oficina entallado que la hacía lucir profesional y eficiente, con una sonrisa perfectamente calculada en los labios. Pero en ese momento, en su mirada se reflejaban la preocupación y la compasión que sentía por Gustavo. Armando la observó un instante, desconcertado, como si de pronto hubiera visto a Silvia reflejada en la cara de Patricia. —Bien, te pagaré diez veces el sueldo por las horas extras. Pensando en la cara de Gustavo, cada día más delgado, Armando asintió. La sonrisa de Patricia se hizo aún más radiante. Quiso decirle que, en realidad, no hacía falta que le pagara horas extras, que cuidar de Gustavo era algo que hacía de buen grado. Pero pensó que Armando aún no se había divorciado de Silvia y que había cosas que no podían ser tan obvias. Sus pequeños pensamientos, de momento, no podían serle revelados a Armando. —Gracias, jefe Armando. —Patricia se volvió, pero antes de irse preguntó con aparen