Webfic
Abra la aplicación Webfix para leer más contenido increíbles
Despedida del AyerDespedida del Ayer
autor: Webfic

Capítulo 6

Después de pasar diez días en el hospital, las heridas de Lucía ya habían empezado a cicatrizar. Durante todo ese tiempo, Sergio no se movió de su lado, cuidándola con esmero: le traía té, le cambiaba las vendas, estaba pendiente de todo. Mientras ella poco a poco sanaba, fue él quien terminó enfermándose, con una fiebre que le duró varios días. Con dos enfermos en casa, Marta decidió ir a echar una mano. Ella misma condujo para llevarlos de vuelta, y ya en la casa, no paraba un segundo: mientras vigilaba la olla donde hervían las medicinas, también ayudaba a Lucía a cambiarse las vendas, y corría de un lado a otro sin descanso. —Tienes que enfocarte en recuperarte bien. En un rato te llevo el remedio para cuidar al bebé, no se te olvide tomártelo —le advirtió. Lucía asintió obediente. Pero cuando Marta le llevó el tazón, Lucía no se lo pensó dos veces: fue directo al baño y vació toda la medicina en el inodoro. Después de descansar unos días, apenas pudo caminar, decidió bajar con el tazón vacío para aprovechar a tomar algo de sol afuera. Al pasar frente a la oficina, un ruido fuerte de algo rompiéndose la hizo detenerse. La puerta estaba entornada y, por curiosidad, Lucía echó un vistazo. Dentro estaba Marta. Ella miraba fijamente unas fotos colgadas en la pared, temblando de forma incontrolable, mientras una mezcla extraña de emociones cruzaba su rostro. Permaneció ahí, inmóvil, durante varios segundos, hasta que, de pronto, empezó a arrancar las fotos y a vaciar en cajas todo lo que encontró en el mueble. Al verla salir, Lucía se apresuró a esconderse en el balcón al final del pasillo. No tardó mucho en escuchar los pasos de Marta, que bajó hasta el basurero. Sin dudarlo, tiró todos los regalos allí; las fotos, las cartas de amor, incluso un diario, todo lo destrozó hasta hacerlo trizas. Luego de deshacerse de todo, Marta hizo una llamada, y no pasó mucho tiempo antes de que Sergio bajara. Poco después, los dos se enzarzaron en una discusión frente al basurero. Desde su escondite, Lucía sólo alcanzaba a oír fragmentos de la pelea: —¡Esas cosas no deberían estar en la oficina! ¿Qué vas a hacer si un día Luci entra y las ve? —Ella no tiene la llave de la oficina. Y tampoco entraría sin mi permiso. —¿Y si entra? ¿Alguna vez pensaste en eso? ¿Alguna vez pensaste en lo mucho que le dolería a una muchacha que te quiere tanto, si llegara a ver todo esto? —¿Y qué si se siente triste? ¿Eso cambiaría el hecho de que siempre, desde el principio hasta ahora, la única que he amado eres tú? —Sergio le soltó, con la voz temblando de intensidad—. Marti, olvídate de los demás. Sólo respóndeme algo: ¿todavía me quieres? Si me dices que sí, ¡te juro que hoy mismo me divorcio de ella! Al escuchar eso, Marta se puso pálida de inmediato. Sin decir una palabra, salió corriendo, desesperada, hasta que logró detener un carro y se fue. Desde el balcón, Lucía observó cómo ambos terminaban mal la conversación. Lentamente, se llevó la mano al pecho. Su corazón latía tan rápido que sentía que en cualquier momento se le iba a salir del pecho. Le hormigueaban un poco los dedos, pero curiosamente… ya no dolía tanto. «Al parecer… hasta las heridas del alma se curan con el tiempo» pensó con una pequeña sonrisa. Qué bien. Abajo, Sergio rebuscó entre la basura y rescató todo lo que Marta había tirado. Con esas cosas en brazos, regresó a la oficina, cerró la puerta con llave… y no salió de ahí durante tres días y tres noches. Lucía sabía que él estaba tratando de recomponer los pedazos de ese pasado roto, así que no quiso molestarlo. Sólo se aseguró de que alguien le llevara comida a sus horas. Cuando ya pudo caminar bien, Lucía se reunió un par de veces con sus amigas para comer y ponerse al día. Después de una de esas comidas, fue ella quien se adelantó a pagar la cuenta. Al pasar frente al salón privado más grande del restaurante, se detuvo sin querer al escuchar un nombre familiar. —Sergi, tú siempre estás tan ocupado que ni pensamos en invitarte a la reunión de excompañeros, ¡qué pena, de verdad! —decía uno de los muchachos riéndose. —¿Qué dices? ¡Si hasta Marti vino! ¿Cómo iba a faltar Sergi? ¿No sabías que en sus tiempos fueron la pareja más sonada de toda la S Universidad? —¡Claro que lo sabía! Yo mismo fui testigo el día que Sergi llenó el campo de deportes con miles de rosas para declarársele a Marti. Y esas canciones que le escribió… ¡hasta hoy me acuerdo de las letras! Lucía se quedó escuchando en silencio un rato. De pronto, en su mente apareció la imagen de Sergio, vestido de traje, tocando la guitarra bajo el sol, confesándole su amor a otra. Pero por más que tratara de encajar la escena en su cabeza… había algo que simplemente no cuadraba. Frunció levemente el ceño, y tras pensarlo un momento, por fin entendió qué era lo que la hacía sentir tan incómoda. Lo que esas personas en el salón describían… era al Sergio de veinte años. El Sergio que amaba a Marta. No tenía nada que ver con ella. Claro que se sentía fuera de lugar.

© Webfic, todos los derechos reservados

DIANZHONG TECHNOLOGY SINGAPORE PTE. LTD.