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Despedida del AyerDespedida del Ayer
autor: Webfic

Capítulo 9

Tres días después, llegaron los resultados de compatibilidad. La mala noticia: nadie en la familia Pérez era compatible. La buena: apareció un donante adecuado… y aceptó dar su riñón. Apenas se enteró de la noticia, Lucía llamó a Sergio. Él no contestó. Ella sabía que en esos días él seguramente no había pegado un ojo, buscando sin descanso un riñón compatible en todo el mundo. Por eso, decidió ir ella misma a la sede del grupo. Apenas llegó a la puerta de la oficina, escuchó varias voces apuradas desde adentro. —¿Sergi, de verdad vas a donarle el riñón a Marta? ¡Ahora estás casado con su sobrina! ¡Luci está embarazada de tu hijo! ¡Ya basta de vivir en el pasado, aprende a valorar lo que tienes hoy! —¡Exacto! Marta no vale tanto sacrificio. ¿Sabes siquiera los efectos secundarios que tiene donar un riñón? ¡Pensá un poco en Luci, en el bebé que está por nacer! ¿El que iba a donar el riñón… era Sergio? Lucía se quedó en blanco. Su mente se congeló por un instante. No podía reaccionar. —No insistan más. Lo tengo decidido. Voy a donar ese riñón. Y no solo eso… si lo que necesitara fuera mi corazón, también se lo daría con gusto, con tal de salvar a Marti. —Y a Luci… no le digan nada. Ayúdenme a mantenerlo en secreto. Digan que me fui a Europa por un proyecto. La mano con la que Lucía estaba a punto de tocar la puerta, fue bajando poco a poco conforme lo escuchaba. Sergio… Vaya que eres un romántico empedernido. No te preocupes. Me retiraré por completo. Les deseo toda la felicidad del mundo. Inspiró profundo, dio media vuelta… y se marchó sin hacer ruido. Al volver a casa, compró un boleto de avión a Australia. A la mañana siguiente, se levantó temprano. Ese día marcaba el fin del periodo de reflexión obligatoria para su divorcio con Sergio. Tomó un taxi directo al registro civil, recuperó el acta de divorcio en cuestión de minutos. Y al volver, eligió una cajita elegante, donde guardó ese documento… junto con la notificación oficial de su aborto. Luego, con la cajita en mano y su maleta a cuestas, Lucía se dirigió al hospital. Apenas llegó a la zona de habitaciones VIP, lo vio. Sergio estaba ahí, parado frente al ventanal, observando a Marta al otro lado del cristal. En sus ojos se entrelazaban emociones que no cualquiera entendería: una sonrisa contenida, lágrimas a punto de caer, un dolor sordo y… un amor que parecía no tener fin. Lucía se quedó detrás de él, mirándolo largo rato, hasta que por fin, con la voz ronca, lo llamó: —¿Cuándo es la cirugía? Sergio se dio la vuelta. Al ver que era ella, toda emoción en su rostro se esfumó de golpe, reemplazada por esa expresión tranquila y cordial que solía mostrar a cualquiera. —El doctor dice que en unas tres horas. Pero justo hoy tengo que salir de viaje por trabajo. Estaré fuera alrededor de un mes… Lo siento, Luci. No voy a poder acompañarte en un momento como este. Y esta vez, igual que tantas otras, Lucía no le echó en cara la mentira. Con una serenidad que ya no era resignación, sino determinación, simplemente le respondió: —No pasa nada, Sergi. Me voy a acostumbrar. —¿Acostumbrarte a qué? Él frunció el ceño, desconcertado por sus palabras, y no pudo evitar preguntar. Lucía no respondió. Pero en silencio, dentro de sí, pensó, «Acostumbrarme a que no me amas. A que no me ves. Y a una vida… donde ya no estás.» Antes de que pudiera decir algo en voz alta, sonó el celular de Sergio. Era el médico. Él contestó mientras se dirigía rápidamente al elevador. Lucía lo detuvo un momento, le alcanzó la cajita cuidadosamente envuelta. —En dos semanas es tu cumpleaños. Esto… es tu regalo. Sergio ni siquiera miró el contenido. Solo se la entregó a su asistente, Pedro Zavala. —La abro ese día, entonces. Lucía no dijo nada más. Solo lo vio alejarse. Y cuando él se perdió en el pasillo… ella también se dio la vuelta. Mientras Sergio era llevado al quirófano para donarle el riñón a Marta, Lucía arrastraba su maleta rumbo al aeropuerto. Cuando a él le aplicaron la anestesia y la cirugía estaba por comenzar, ella, en la sala de espera frente a su puerta de embarque, fue eliminando uno a uno sus perfiles en redes sociales, borró fotos, cerró cuentas y tiró su chip del celular. Y cuando la operación terminó… el avión de Lucía ya se despegaba del suelo. Miró por la ventanilla las nubes blancas que se esparcían por el cielo, y entonces, una ligera sonrisa apareció en sus labios. Sergio Franco… Desde ahora, montañas de por medio, mares de distancia. No volverás a verme jamás.

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