Capítulo 9
En cuanto Carlos acabó de hablar, el silencio se apoderó del entorno.
Lucia levantó la mirada para encontrarse con los ojos de Carlos, y la palma de su mano que colgaba a su lado se cerró lentamente.
Carlos había dicho la verdad, y ella no tenía nada que objetar.
Sin embargo, cuando sintió las miradas inquisitivas de los demás sobre ella, bajó los ojos, consolándose en silencio, tratando de mantener la calma exterior.
Nuria miraba a Lucia con confusión, como si quisiera preguntar algo, pero justo entonces llegó el ascensor.
Viendo la situación, Ramón se apresuró a invitar a todos a bajar, rompiendo la tensión del momento.
Lucia los siguió en silencio, pero justo al entrar al ascensor, una figura alta entró detrás de ella.
No necesitaba levantar la vista, bastaba con percibir la fría y limpia fragancia de esa persona para saber quién era.
Debido a la multitud, Carlos estaba muy cerca, tanto que casi la empujaban hacia su pecho.
Su respiración se volvió tensa y su corazón comenzó a latir más rápido.
Carlos tiene un fuerte sentido de la limpieza; en casa, ella no puede tocar nada de él.
Pero en el hospital, Carlos no es tan estricto, es un buen médico que siempre pone sus deberes profesionales primero.
Por eso, sus interacciones más frecuentes con Carlos siempre han sido en el hospital.
Porque solo en el hospital, ella no es solo Lucia, sino una enfermera.
Y él no es solo Carlos, sino el doctor.
Mientras bajaban, Ramón revisó su teléfono y de repente se golpeó la frente: —¡Vaya! Escribí la dirección de la comida en la puerta este del hospital, pero ahora necesito ir a la entrada principal a recoger unos documentos.
Terminado de hablar. Comenzó a buscar entre la multitud, preguntando: —¿Alguien podría ir a la puerta este a ayudar a recoger la comida?
Nuria aún sujetaba la mano de Lucia, mirándola con una expresión de querer decir algo.
Lucia se sentía inquieta y prefería no quedarse allí, así que tomó la iniciativa: —Yo iré.
Justo cuando Nuria iba a responder, otra voz grave intervino primero, Carlos dijo: —Yo iré.
Lucia lo miró, él parecía completamente tranquilo. Lucia frunció los labios y bajó las pestañas, ocultando sus pensamientos.
Ramón observó el intercambio y con una sonrisa cómplice dijo: —Entonces ve con Lucia, no está bien que una chica lleve tanto sola.
El camino desde la puerta este hasta la cafetería era largo, y con la altura y la zancada de Carlos, Lucia tenía que apurarse para mantener el paso.
Carlos pareció notar algo y se detuvo, mirándola: —Puedes volver directamente, yo recogeré.
Lucia parpadeó y dijo suavemente: —No importa, iré contigo. ¿No dijo Ramón que era mucho?
Carlos frunció ligeramente el ceño y dijo: —Eres demasiado lenta, nos atrasas.
Lucia se detuvo, luego lo escuchó decir: —Si vienes conmigo, me resultas un estorbo.
Lucia abrió la boca, pero se quedó sin palabras.
Solo caminaba un poco más lento, ¿cómo eso la convertía en una molestia?
Carlos no añadió nada más y se dirigió hacia la puerta este.
Lucia quedó parada allí, sin saber si seguirlo o regresar.
Carlos siempre había sido así, nunca consideraba los sentimientos de Lucia, solo hacía las cosas a su manera.
Él nunca era indirecto o atento, solo frío y distante, estableciendo una barrera insuperable entre él y Lucia.
Al final, Lucia volvió sola a la cafetería, donde todos ya estaban reunidos y el ambiente se animaba.
Cuando Ramón la vio volver sola, preguntó casualmente: —¿Y Carlos?
Lucia guardó silencio por un momento antes de responder en voz baja: —Fue a la puerta este a buscar algo, volví para ver si podía ayudar en algo.
Sin embargo, justo después de terminar de hablar, dos personas entraron por la puerta de la cafetería, Carlos y Andrea.
Carlos llevaba no solo la comida que había pedido, sino también un pastel.
Lucia se sorprendió al ver ese pastel.
Bajó la mirada a su teléfono y al ver la fecha, se quedó pensativa.
Hacía tiempo que Lucia no celebraba su cumpleaños; en el orfanato, la directora elegía un día para celebrar todos juntos.
En casa, Teresa no se preocupaba y Alberto estaba siempre ocupado.
Solo Carmen y Carlos la acompañaban en su cumpleaños.
Pero desde la muerte de Carmen, nadie más recordaba esa fecha.
Incluso a veces, ella misma lo olvidaba.
Al ver el pastel en manos de Carlos, el corazón de Lucia se agitó, mezclado con una alegría inexplicable.
Pero pronto, escuchó a Ramón preguntar: —¿Y ese pastel, lo pediste tú?
Carlos respondió: —Hoy es el cumpleaños de Andrea.