Capítulo 22
Sofía estaba a punto de cerrar la puerta cuando escuchó, al otro lado, la voz baja de Matías:
—Mamá, en esos tres años pensé mil veces en quitarme la vida. Si Sofía no hubiera estado conmigo, ya estaría muerto. No deberías hablarle así.
—Aun hoy creo que soy más afortunado que ella. Yo al menos te tengo a ti. Ella no tiene a nadie. Y aun así me dio un amor total, sin reservas. Yo, en cambio, solo pude ofrecerle un hombre roto, incapaz de demostrar cuánto la amaba.
—Si logro que no se sienta sola en este mundo, me doy por satisfecho.
Sofía giró sobre sus talones, empujó la puerta de nuevo y entró con paso firme.
—Matías, yo nunca te amé.
—De niña me pegaba a ti porque eras el líder del grupo. Era más fácil ganarme tu favor que soportar el acoso de todos.
—Cuando quedaste ciego, no fue mi elección cuidarte. Tu madre escondió mi carta de admisión y me chantajeó con la vida de mi padre. Esos tres años para ti fueron redención; para mí, un infierno.
—Y el día que dijiste que no querías casa

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