Capítulo 98
Cuando Melchor pensaba en todo aquello, su cara se ensombrecía, como un estanque muerto: profundo y aterrador.
Bruno no tenía ningún poder real en sus manos, así que Melchor no le temía.
Pero precisamente porque Bruno no tenía nada que perder, actuaba siempre de forma caótica, imprevisible e incluso descarada, hasta el punto de que más de una vez Melchor había acabado perjudicado por él.
De todos los que podían querer fastidiarlo, solo podía pensar en Bruno.
¡No podía seguir permitiendo que Carolina y Bruno mantuvieran contacto!
Cada vez que recordaba aquella escena, con los dos juntos, tan bien avenidos, y Carolina sonriendo de oreja a oreja mientras levantaba la cabeza para mirar a otro hombre, los celos lo devoraban hasta rozar la locura.
¿Acaso Carolina no era consciente de lo seductora y encantadora que resultaba?
¡Y aun así se atrevía a mostrarse así frente a otro hombre!
La rabia lo consumía por dentro, aunque de cara a Carolina y a los demás nunca lo dejaba ver; seguía siendo e

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