Capítulo 103
Ese día, su estado de ánimo parecía estar por los suelos. Todo su ser irradiaba una profunda melancolía.
—Pues...
Lorena también percibió esa tristeza, y el miedo la paralizó tanto que no se atrevió a seguir preguntando.
Pero después de diez minutos, fue él quien rompió el silencio.
—¿Por qué no seguiste preguntando?
Esa frase cayó como una espada suspendida sobre su cabeza, como si, igual que a Damocles, pudiera caer en cualquier momento.
Lorena tragó saliva: —¿Era alguien muy importante?
—Sí.
Apoyó una mano ligeramente sobre la barbilla, miró por la ventana y añadió: —Mucho. Cuando se fue, me derrumbé.
Aunque Lorena sentía miedo de Pedro en ese momento, no podía evitar reconocer que era un hombre profundamente sentimental.
Algunos decían que los hombres románticos solo nacían en familias adineradas, pero esa afirmación no era del todo real. En el círculo materialista en el que ella se movía, la mayoría de los herederos eran expertos en el arte de la diversión; los hombres como Pedro,

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