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Capítulo 1085

León estaba ahora recluido en una habitación muy austera. Todos los días, alguien le traía tres comidas y también había un baño. Fuera de eso, no había ningún otro mobiliario. Después de salir de esa pequeña y oscura habitación, ya había pasado un día y una noche sin decir una palabra. Dentro de ese lugar, el tiempo parecía haberse ralentizado una mil veces. Cada segundo era una tortura. Estaba recostado en la cama, con los ojos cerrados, y al oír ruidos provenientes del exterior, reconoció que eran las personas de Silvio. Siempre decían lo mismo, preguntándole si doña Viviana le había dejado alguna otra pista. León no era tonto. Si Silvio estaba tan apurado, probablemente no habían encontrado nada en el medallón. Tal vez Silvio comenzaba a sospechar que el medallón había sido intercambiado. Las pestañas de León temblaron, y de repente, abrió los ojos con fuerza. Pero el medallón realmente era el que su abuela le había dado. La puerta se abrió y alguien entró. —Señor León, el señor Sil

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