Capítulo 1146
Pero Leonardo tampoco podía decirle que se llevara a ese tonto, porque la prueba de paternidad estaba allí, y todos sabían que aquel muchacho, en efecto, era su verdadero nieto.
Durante todos estos años, Salvador, quien había crecido en la familia Martínez, jamás se había hecho una prueba de paternidad. Como en aquel entonces solo trajeron a un niño a casa, nadie llegó a sospechar que hubiera sido intercambiado.
La mirada de Antonia se ensombreció ligeramente; su mirada se posó en aquel tonto que permanecía de pie.
Aunque no era muy inteligente, comprendía que en la sala estaban discutiendo, así que se apresuró a tranquilizarlos: —No peleen, por favor. ¿Están peleando por mi culpa? No peleen, no quiero que discutan por mí.
La comisura de los labios de Lorena se arqueó hacia arriba mientras dirigía la mirada a Adriel y a Antonia. —Según tengo entendido, al pequeño tonto lo abandonaron en pleno invierno. Estuvo a punto de morir congelado y sufrió una fiebre muy alta que le dejó la mente

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