Capítulo 116
Su reacción fue demasiado exagerada, y cuando Pedro intentó extender la mano para alcanzarla, ella se apartó súbitamente.
Lorena, pegada a la pared, dijo con mucha sinceridad:
—Jefe Pedro, en este estado, cualquier mujer se sentiría incómoda de ver. Mejor no me mires.
Pedro se quedó en blanco unos segundos y, de pronto, soltó una risa tenue. Luego se dirigió hasta su cama.
Cuando se sentó, tomó el libro que tenía al lado y comenzó a leer. Su tono marcaba indiferencia: —Ven.
Lorena seguía de pie junto a la pared, afuera del baño, presa del pánico.
Le costó calmarse, pero finalmente se acercó al sofá y se sentó.
El sofá tenía un cojín pequeño, que podía servir como almohada.
Se acostó y cerró los ojos, pero aún podía percibir el sonido de Pedro pasando las páginas del libro.
Todavía era temprano, no era hora de dormir, pero aparte de acostarse, no sabía qué más podía hacer.
De repente, se le ocurrió algo: ¿Rubén seguía abajo?
—¿Jefe Pedro, no va a bajar a ver al señor Rubén? Creo que lo

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