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Capítulo 1231

Él regresó al carro y le dijo al asistente: —Vayamos al lugar donde vivo. El asistente se apresuró a conducir hasta allí. Cuando Rubén entró en la casa, sintió un poco de hambre. Desde el desayuno no había vuelto a comer nada; pareciera que estaba lleno de pura rabia. Ahora pidió comida a domicilio y se sentó en el sofá, mirando distraídamente el paisaje del jardín. Aquella casa era donde él había vivido ya de adulto, pero se veía realmente fría y desangelada, nada parecido a un lugar donde viviera una mujer. Subió a su dormitorio y echó un vistazo; allí solo había su ropa, y en el vestidor no había ni una sola prenda que perteneciera a una mujer. Al parecer, tal y como le habían dicho, Esther casi no había ido nunca a ese lugar. Rubén estaba abatido. Cuando llegó su comida, ya ni siquiera tuvo ganas de comer. Buscó en su mueble bar y sacó algunas botellas de licor al azar; se sentó solo en el sofá a beber. Cuanto más bebía, más amarga se volvía aquella sensación en el pecho; cuanto má

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