Capítulo 241
Después de todo, fue Lorena quien aceptó el acuerdo, y ahora que se arrepentía, Rubén, naturalmente, no estaba dispuesto a dejarla ir.
Pero diez botellas de vodka... no importa quién las beba, acabaría directo en el hospital.
Lorena apretó los labios sin mirar siquiera a Pedro; no hacía falta pensarlo para saber que seguramente ya se estaba arrepintiendo de haber venido a este reservado.
Respiró hondo. Pues si tenía que acabar en el hospital, que así fuera; al menos completaría la tarea.
Se dirigió a la mesa cercana, repleta de botellas de licor.
Este reservado era muy amplio, de unos cien metros cuadrados, y la mesa tenía casi la altura de una persona, cubierta por completo con bebidas costosas.
Agarró una botella de vodka de alta graduación y se la llevó a la boca. Con el rabillo del ojo, vio a Pedro sentado en la silla de ruedas, con la cabeza baja, sin que se supiera en qué estaba pensando.
Al terminar la primera botella, sintió un ardor abrasador en el estómago, las mejillas se le

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