Capítulo 308
Ernesto soltó una carcajada mientras se tocaba el ojo.
La escena de aquella botella estrellándose contra su ojo se repetía una y otra vez en su mente como una pesadilla. No se atrevía a salir a ver gente; todos los días se escondía en rincones oscuros. Ahora que escuchaba que Daniel había muerto y que la familia Flores estaba sumida en el caos, por fin sentía que tenía su oportunidad.
Quería hacer que Lorena deseara estar muerta, que perdiera los ojos, que perdiera las piernas, que cada día no fuera más que un vegetal postrado en la cama recibiendo golpizas.
Tan solo imaginarlo hacía que Ernesto se emocionara; de su garganta ronca brotó una risa seca.
Pero esa risa sonaba como el viento colándose en una bolsa de arpillera, especialmente aterradora.
Gisela, permanecía inmóvil y acurrucada en una esquina, y ya se había orinado miedo.
Cuanto más miserable era, más odiaba a Lorena.
Si no fuera por Lorena, su vida habría sido un camino tranquilo.
Dos días después, Javier salió de la comisar

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