Capítulo 381
Ella dejó caer la tarjeta y se dio la vuelta para irse.
Juan se asustó tanto que se quedó pálido; se adelantó, la agarró de la mano y se arrodilló.
—Lorena, no te enfades, pégame si quieres, pero no te enfades, te lo suplico.
Ella solo sentía irritación e intentó zafarse de su mano, pero Juan la apretaba con fuerza. Al hacerlo, le llevó la mano a su propia mejilla.
En ese instante, empezó a llorar de miedo, con los ojos llenos de esperanza clavados en ella.
Lorena sacudió la mano con fuerza. —Suéltame, Juan. Ese truco tuyo ya no me sirve, no quiero seguir ocupándome de ti.
Él seguía aferrándose a ella, negándose a soltarla o a levantarse del suelo.
Sara, que estaba al lado, se irritó y empezó a reprocharle a Lorena.
—¿Qué te pasa? Juan es tu hermano de sangre, ¿no recuerdas lo que te dijo Daniel antes de morir? ¿Ahora ya no quieres hacerte cargo de él? ¡Si Daniel se enterara, tampoco te lo perdonaría!
Juan apretó los labios y le lanzó una mirada feroz. —Cállate.
Sara suspiró y apartó l

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