Capítulo 393
La intensa nevada seguía cayendo fuera de la ventana; no muy lejos se extendían ruinas y, más allá, un cielo grisáceo que parecía no tener fin.
Los dedos de él se entrelazaban con los de ella, y el calor de su palma era como un volcán en silencio, a punto de entrar en erupción.
Lorena tampoco quería reprocharle nada; tal como él había dicho, decidió dejarlo ser.
El tiempo pasaba lentamente y el calor de su cuerpo no hacía más que aumentar.
Al final, a ella le costaba ya quedarse quieta y volvió a intentar darle agua.
Él abrió los ojos, con la mirada nublada, como si ni siquiera supiera lo que estaba ocurriendo.
—Pedro, tampoco sé dónde está el asistente César. Mejor le llevo yo en auto de vuelta; aunque donde nos alojamos no haya medicinas, al menos tumbado estará más cómodo.
Pero él se soltó la corbata despacio, como si estuviera completamente acalorado.
Ella le cubrió la clavícula y volvió a atarle la corbata.
Normalmente, Pedro era siempre meticuloso; hasta el último botón de la cam

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