Capítulo 395
Cuando el auto se detuvo en los Jardines de la Paz de Costadorada, ella fue la primera en bajar y, luego, extendió la mano para ayudarlo.
Pero la mano de Pedro, como si se hubiera quemado, se retrajo.
A ella le pareció absurdo; pensó que, cuando él estaba febril y medio aturdido en el carro, hasta entrelazaron los dedos, pero ahora que ya estaba lúcido, de repente la rechazaba.
Ella retrocedió varios pasos y les indicó a los demás de los Jardines de la Paz que lo ayudaran.
Él bajó del auto asistido, con la camelia aún apretada en la mano.
De repente, el corazón de ella se enterneció; al final, considerando que él e Ignacio tenían gustos parecidos, lo dejó pasar.
—Pedro, entonces yo me voy. Recuerde tomar sus medicinas y no se castigue el cuerpo.
—Ajá.
Ya lo habían empujado hacia dentro y no miró atrás.
Lorena tampoco quiso quedarse allí viendo su actitud, así que se marchó.
En este lugar no era fácil conseguir un taxi.
Al poco rato, desde los Jardines de la Paz salió un auto diciendo q

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