Capítulo 400
En ese momento, lo primero que se le vino a la mente fue aquella copa de vino, pero en una gala tan grande, hacer que la bebida llegara a sus manos con precisión no iba a ser tarea fácil.
Lorena recorrió el salón con la mirada y pronto vio a alguien conocido: Yago.
Cuando él la vio, se acercó enseguida.
—Lori, ¿estás bien? ¿Te encuentras mal?
Lorena abrió la boca para responder, pero una oleada de calor la invadió de pronto, como si miles de hormigas le recorrieran la piel.
La sensación de picor parecía nacerle de lo más profundo de los huesos, y rascarse apenas le aliviaba.
Bajó la mirada y negó con la cabeza.
Aquella noche, la mayoría de los asistentes pertenecían al mismo círculo social; si la veían demasiado cercana a Yago, pronto correrían nuevos rumores de que no era más que una perra faldera.
Quiso darse la vuelta y buscar un rincón apartado donde refugiarse.
Sin embargo, Yago levantó la mano y la sujetó por la muñeca.
—Lori, ¿qué te pasa? Si no te sientes bien, te llevo a casa.

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