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Capítulo 495

Ella se sentó, algo desorientada, abrazando sus rodillas con ambas manos mientras contemplaba el vasto espacio interior. Mientras tanto, en la villa, Pedro se agachó y comenzó a recoger lentamente los pedazos rotos del jarrón. Pero estaba tan destrozado que algunos fragmentos ya eran solo polvo, imposibles de recoger. Era un poco como la relación entre ellos: si algún día salía a la luz la verdad, todo se vendría abajo y ya no habría forma de volver atrás. Cuando César abrió la puerta y entró, lo primero que vio fue a Pedro recogiendo los pedazos del suelo. Se asustó y se acercó rápidamente. —Jefe, déjeme a mí. César se agachó también para ayudarle a recoger, pero al levantar la vista y ver la sangre fresca en la frente de Pedro, se alarmó aún más. —¿Se ha herido? Pedro negó con la cabeza; no sentía dolor alguno. Solo tenía la sensación de que en su corazón se había abierto un agujero por donde el frío se colaba sin cesar. César iba a buscar el botiquín, pero de pronto recordó que hací

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